Proyecto Variable Star Zoo, del Instituto Milenio de Astrofísica, invitaba a personas de todas partes del mundo a clasificar estrellas variables en la Vía Láctea. Las clasificaciones obtenidas sirvieron de inspiración para una publicación científica, en la que se incluyó a los usuarios más activos como co-autores
Fue en 2018 cuando un grupo de astrónomos y astrónomas del MAS, liderados por la subdirectora del centro Manuela Zoccali, lanzó el proyecto Variable Star Zoo (VSZ). Fue el primer proyecto de ciencia ciudadana chileno alojado en Zooniverse, una de las plataformas internacionales más importantes en esta área. Tenía una premisa muy sencilla: que voluntarios de todo el globo clasificaran estrellas variables a través de la interpretación de gráficos que representaban la variación del brillo de una estrella en un periodo de tiempo determinado. Y aunque parecía una tarea compleja para alguien sin formación científica, en realidad no lo era. Iván Lacerna, en ese entonces investigador postdoctoral del MAS, parte del equipo de Manuela Zoccali y quien actualmente es profesor de la Universidad de Atacama, encabezó la construcción de un proyecto que simplemente solicitaba a las personas que compararan patrones de luminosidad o curvas de luz. Todo ello luego de revisar un tutorial que indicaba en qué detalles fijarse.
Luego de casi dos años el proyecto concluyó, con más de 5000 voluntarios no sólo de Chile, sino que también de Europa, India, Estados Unidos, Brasil, México, Canadá, entre otros. Se completaron más de 860.000 clasificaciones de 60.000 estrellas en total. De esos voluntarios, y para los que residían en Chile, MAS entregó regalos a todos quienes completaron más de 500 clasificaciones (alcanzando distintos hitos de clasificaciones como 500, 1.000, 3.000) y para quienes clasificaran más de 10.000 curvas de luz, existía la posibilidad de aparecer como colaboradores de una publicación científica. Eso se concretó finalmente en el paper “Infrared variability of young solar analogues in the Lagoon Nebula”, cuya primera autora es la astrónoma Camila Órdenes, quien recientemente obtuvo su doctorado en astrofísica en el Instituto de Astrofísica de la Universidad Católica estudiando estas estrellas.
El aporte de la ciencia ciudadana
Para Manuela Zoccali, co-autora de esta publicación científica y tutora de Camila mientras cursaba su doctorado hasta hace un par de semanas, el problema al que se enfrentan los científicos al analizar grandes cantidades de datos, no es precisamente entender la información que proviene de los instrumentos de observación. Es más bien el tiempo que a una sola persona le toma hacerlo. Es en eso que las nuevas herramientas computacionales corren con ventaja. Sin embargo, la posibilidad de que varios cerebros humanos funcionen como un gran cerebro integrado es, a su parecer, uno de los grandes atributos que tienen los proyectos de ciencia ciudadana. “Además del gran componente de acercamiento a la ciencia que tuvo Variable Star Zoo, uno de los ejes principales del programa de divulgación del MAS, lo que hicimos con este proyecto no es divulgación, sino ciencia propiamente tal y la hicimos con el aporte de muchos voluntarios. De hecho, de las 60.000 estrellas variables que probamos, 8.000 de ellas resultaron ser estrellas muy antiguas que pulsan en un período limitado y que encontramos gracias a la ciudadanía. La computadora había identificado menos de cuatro mil”, asegura.
No obstante, tal como un proceso científico común y corriente, el VSZ ramificó en nuevas aristas de investigación que el equipo a cargo ni siquiera había imaginado.
Según explica Zoccali, quien también es la directora de divulgación del MAS, entre las curvas de luz que se pedía clasificar a los voluntarios, muchas de ellas tenían una forma sinusoidal, las que típicamente corresponden a estrellas Cefeidas. De forma acertada los usuarios del VSZ las clasificaron como tales. Sin embargo, al revisar su posición en el cielo, los astrónomos se dieron cuenta de que estas estrellas se acumulaban alrededor de algunas regiones de formación estelar muy cercanas. Cefeidas en esa región habrían saturado el detector: tenían que ser estrellas mucho más pequeñas. Rápidamente se percataron que tenían que ser los llamados “objetos estelares jóvenes”, cuya variación periódica de brillo se debe a la presencia de manchones en su atmósfera, como las manchas solares, pero mucho más grandes, que la rotación de la estrella hace aparecer y desaparecer.
“Con ello descubrimos que existían muchas estrellas jóvenes en nuestra muestra, que tenían atmósferas muy activas. Gracias a la clasificación que obtuvimos del VSZ, mi equipo y yo comenzamos a trabajar con estas estrellas, que hasta ahora no habíamos abordado. Tuvimos que incluir también datos de otros catálogos astronómicos, en bandas que no habíamos utilizado antes”, explica Manuela Zoccali. Agrega: “precisamente este es otro de las importantes consecuencias que tuvo el VSZ. En nuestro grupo se abrió una línea de investigación no abordada antes, que resultó en nuevas colaboraciones con la Dra. Amelia Bayo, de ESO en Alemania, la Dra. Lynne Hillebrandt del CALTECH en California – donde Camila estuvo investigando durante 3 meses- y la Dra. Loredana Prisinzano del Observatorio Astronómico de Palermo”.
Y tal como se había prometido en 2018 en los inicios de VSZ, la primera publicación de Camila Órdenes incluyó como co-autores a los usuarios que clasificaron más de 10.000 estrellas: Samantha Abarzua, Carolina Avendaño, Pablo Díaz, Iván Fernández y Gerardo Lara.
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