Por Álvaro Rojas y Rodrigo Contreras, investigadores post doctorales MAS
El método científico, aquella venerable forma de hacerle preguntas a la naturaleza, hizo su entrada triunfal en la historia hace 400 años y desde entonces nos ha ayudado a levantar un andamiaje conceptual que nos ha permitido comprender los mecanismos de funcionamiento y la belleza de las simetrías ocultas de la naturaleza. Este conocimiento acumulado, en contínua revisión y superación de sí mismo, ha sido fundamental para el avance de la humanidad en los últimos siglos por medio del desarrollo tecnológico crucialmente impulsado por él. Sin embargo, en perspectiva, el método científico nos ha acompañado durante una fracción relativamente pequeña de la historia de la humanidad. Antes de esto, las explicaciones a los fenómenos naturales -celestiales y terrenales- venían codificados en el lenguaje del mito, sistema organizado en torno a las percepciones sensoriales y expresado por medio de alegorías y simbolismo. Los mitos, vistos desde nuestra perspectiva moderna, proporcionan explicaciones de la naturaleza que muchas veces dicen más acerca de las culturas que los produjeron que de los fenómenos que pretendían explicar. Si bien es cierto, la ciencia supera y reemplaza al mito por explicaciones físicas detalladas y verificables, el acervo cultural que hemos heredado de nuestras milenarias raíces es poderoso y emerge cuando de explicar fenómenos naturales anómalos y espectaculares se trata.
Sin lugar a dudas, un eclipse solar es uno de los fenómenos naturales más espectaculares que podemos presenciar, y aún hoy en día dejan una profunda impresión en quienes tienen la suerte de presenciarlos. Fácilmente podemos imaginarnos cuán trascendental, e incluso perturbadora experiencia pudieron haber significado para culturas antiguas que muchas veces no tenían forma de explicarlos ni menos aún de predecirlos. Esta pequeña noche en medio del día, este quiebre abrupto de los ciclos naturales, continuos y predecibles, ha sido el origen de innumerables creencias y mitos en el intento -en tan humana actitud- de darles sentido, o al menos de prevenirnos acerca de sus supuestas maléficas consecuencias.
Algunos de estas creencias han persistido, adaptándose e insertándose en nuestro ideario colectivo. La siguiente es una selección de algunos de estos mitos que aquí nos proponemos desmitificar y explicar: los eclipses solares no solo son una maravilla de la naturaleza, sino que además son completamente inofensivos si los observamos tomando las debidas precauciones.
¿Se pierde peso durante un eclipse?
Últimamente ha circulado la idea de que durante el eclipse todos perderemos peso, lo que en términos generales, algo tiene de cierto. Efectivamente, durante un eclipse solar, la Luna y el Sol se encuentran alineados con la Tierra, de tal manera que la fuerza de atracción gravitacional combinada de ambos astros nos da un pequeño tirón hacia arriba, contrarrestando un poco la fuerza de gravedad de la Tierra. Esto hace que disminuya levemente nuestro peso pero no así nuestra masa. Es decir, no es que perdamos materia sino que la fuerza resultante total hacia abajo, esa que nos mantiene con los pies en Tierra, es levemente menor que en otras ocasiones cuando Tierra, Luna y Sol no se encuentran alineados. El efecto es pequeño, equivalente al peso de algunas decenas de gramos, y de cualquier forma no mucho mayor que el que sucede cada mes con la Luna nueva: si bien es cierto, no se produce un eclipse solar cada 28 días, la Luna pasa todos los meses a solo unos pocos grados del Sol, produciendo por ejemplo, mareas ligeramente superiores a las habituales.
Si preparas comida durante un eclipse, esta se puede envenenar
De acuerdo a este mito, al ser eclipsado, el Sol emitiría un tipo de radiación dañina que echaría a perder cualquier cosa que estuviéramos en proceso de cocinar. Esta idea es del todo falsa. Durante un eclipse no existe ningún tipo de radiación diferente emitida por el Sol. De hecho, justamente lo que sucede durante un eclipse es que la Luna oculta el disco solar, bloqueando entonces los distintos tipos de radiación, luz visible, radiación UV, etc. que normalmente recibimos del Sol. Incluso, si efectivamente algún tipo de radiación dañina se produjera de algún modo durante un eclipse, entonces no habría motivo para pensar que esta solo afectaría lo que cocinamos, sino también a los alimentos guardados en la despensa y refrigerador, o incluso a los cultivos. Claramente no existe en absoluto evidencia de que este sea el caso. Aunque claro está, siempre puede suceder que alguien casualmente sufra una intoxicación alimentaria durante un eclipse, tal como podría suceder en un día cualquiera de picnic al aire libre: pero si hay uno al que esto le sucede, hay 10000 a los que no. El asociar ambos hechos como un par causa-consecuencia, ignorando de paso todos los casos donde esto no se produce, constituye un ejemplo de lo que en psicología se denomina un sesgo de confirmación.
Creencias de este tipo eran asociadas a la ocurrencia de eclipses solares por algunas culturas prehispánicas, y es probable que de ellas las hayamos heredado. Por ejemplo, algunas poblaciones del bajo Yukón creían que durante un eclipse el Sol emitía una cierta sustancia sutil de influencia maléfica que corriendo por el suelo podría llegar a colarse hacia las casas y los implementos de cocina. Es por ello que durante un eclipse daban vuelta platos, ollas y cuencos para evitar que estos se contaminaran, envenenando los alimentos que después se prepararan o sirvieran en ellos. Por su parte, los indios Alsea o Wintun norteamericanos botaban la comida e incluso las reservas de agua puesto que pensaban que estas se ensangrentaban por la muerte del Sol, pudiendo causar enfermedad si estas eran consumidas.
Durante un eclipse solar estamos expuestos a rayos X
Se escucha decir por ahí que es muy peligroso presenciar un eclipse de sol porque al hacerlo existe el peligro de ser bombardeados por rayos X provenientes de nuestra estrella. Hay solo una cosa cierta en esta idea y es que el Sol emite radiación X. Esta radiación proviene de la parte más externa de la atmósfera del Sol, la corona solar, la cual es visible únicamente durante un eclipse total de Sol, de ahí nace el mito. Sin embargo, hay dos consideraciones que desmienten la posibilidad de que seamos bombardeados de rayos X. La primera es que la Tierra está envuelta en una capa de gas que llamamos atmósfera y ésta bloquea toda la radiación dañina proveniente del Sol, no solo los rayos X. La segunda consideración, es que la corona del Sol está siempre presente, tengamos un eclipse o no. Lo que sucede es sencillamente que en condiciones normales el disco solar es demasiado brillante y no nos deja verla. En cambio, durante un eclipse total, el disco solar queda oculto por la Luna y solo entonces podemos ver la corona, la que ha estado siempre ahí sin que lo notemos. En resumen, todo el tiempo el Sol está emitiendo rayos X, no solo en los eclipses, pero esta radiación es frenada por nuestro escudo natural, la atmósfera.
Si estás embarazada no deberías mirar el eclipse porque el bebé podría sufrir daños
Existe la idea de que dada la intrínseca fragilidad del que está por nacer, es desaconsejable que una mujer embarazada observe un eclipse. El hacerlo podría traer graves consecuencias: labio leporino, deformidades, mudez o incluso el aborto. En una versión menos trágica, este mito indica que si durante el eclipse la mujer se rasca alguna parte de su cuerpo, el bebé nacerá con manchas en la piel, que pueden ser rojas o negras. No existe ninguna conexión entre contemplar un eclipse, que sencillamente consiste en caer momentáneamente bajo la sombra de la Luna – como podríamos caer bajo la sombra de un gran árbol al caminar bajo él- y cualquier tipo de problema de desarrollo del pequeño no nato.
Podemos trazar este tipo de ideas a creencias existentes entre algunas culturas precolombinas, en particular en el mundo Maya. Según esta cosmovisión, dado que durante un eclipse la energía positiva emanada por el Sol peligra, los más amenazados serían quienes en esos momentos necesitan de la mayor cantidad de energía y calor para sobrevivir y dar vida a un semejante, esto es, las embarazadas. En este contexto, la pugna cósmica que estaría detrás de la ocurrencia de un eclipse produciría que el niño no se desarrolle adecuadamente al carecer de la energía lumínica positiva. El Sol se pelea, sea contra la Luna, sea contra hormigas mitológicas, y en el proceso es mordida, lo cual explicaría la atenuación de su brillo y la desaparición progresiva del disco solar. Es en estas circunstancias, en las que por magia simpatética una parte del niño adquiriría similitud con lo que fue comido al Sol: lo que sucede en los cielos tendría así su reflejo terrenal al interior del vientre materno. En esencia, todos los temores y las recomendaciones se remitían a que no es cosa buena mirar al Sol mientras lucha.
Los eclipses y los terremotos
Existe un mito urbano que sostiene que los eclipses podrían tener relación con los terremotos. Si bien esta hipótesis es motivo de estudio, no existen pruebas científicas que la avalen. Es cierto que la Luna y el Sol tienen una influencia gravitatoria sobre la Tierra, la cual produce que nuestro planeta se «comprima y se estire» muy levemente todo el tiempo. Una manifestación de ello son las mareas, las cuales son mayores cuando tenemos luna nueva o llena, y efectivamente aumentan si los tres astros están perfectamente alineados, como en un eclipse de Sol o de Luna. Sin embargo, los terremotos suceden todo el tiempo y si tuvieran alguna conexión con los eclipses tendríamos una mayor concentración de ellos dos veces al año, que es justo cuando se dan las condiciones para la ocurrencia de eclipses. Tal evidencia no existe.
Los eclipses y la astrología
Sabemos que los astrólogos basan sus hipotéticas predicciones en fenómenos celestes, y un eclipse de Sol no es la excepción. Según ellos, un fenómeno de este tipo tiene un significado bastante predictivo para los seres humanos, y dependiendo del signo, cada persona se vería afectada de manera distinta. Es decir, dependiendo de cuando uno nace, el eclipse de sol nos debería afectar de una u otra manera. Sin embargo, ningún astrólogo toma en consideración que un eclipse de Sol tiene una duración distinta según la ubicación en que se observe. Además, no especifican si las personas que se encuentran en la zona de la totalidad se verán afectadas en mayor o menor medida que los que ven un eclipse parcial. Tampoco si el estar a un lado u otro de la franja de totalidad tiene importancia, etc. Lo cierto es que los eclipses, como todas las configuraciones de objetos en el cielo no pueden tener efecto alguno en el comportamiento ni en la salud de las personas. Tal vez lo único que podríamos predecir es que observar un eclipse sin tomar las precauciones necesarias para proteger la vista podría significar terminar el día en una urgencia por daño ocular.
Chile ha tenido el privilegio de ser visitado por dos eclipses solares totales en años consecutivos, y quienes se encuentren este 14 de Diciembre en las regiones de la Araucanía y Los Ríos tendrán el privilegio de maravillarse con el segundo de ellos. Sin dejarse influir por ninguna creencia o idea infundada, estamos todos invitados a disfrutar de este espectáculo natural, teniendo eso sí cuidado de tomar las precauciones adecuadas para una observación segura.
¡Nos vemos! …bajo la sombra de la Luna.