Por Manuela Zoccali, directora Instituto Milenio de Astrofísica MAS
Nuestra Galaxia, la Vía Láctea, es una espiral gigante que contiene, en su centro, una región muy densa de estrellas. Esa región, llamada bulbo, tiene más o menos 1/4 de la masa estelar de la Vía Láctea, mientras que los otros 3/4 están en el disco, donde están los brazos de la espiral. El bulbo contiene estrellas bastante más viejas que las del disco, que ya estaban presentes en la fase inicial de formación de nuestra galaxia. Guardan, entonces, tanto en sus superficies como en sus órbitas algunas trazas de ese proceso, y pueden ayudarnos a entender cómo pasó.
En el MAS estudiamos estas estrellas a través del proyecto VISTA Variables in the Vía Láctea (VVV) https://vvvsurvey.org/ que monitorea un área de 20×15 grados cuadrados del bulbo. También profundizamos el análisis de algunas estrellas usando espectroscopía. Los espectros estelares permiten medir abundancias químicas en la superficie de las estrellas, y sus velocidades a lo largo de la línea de visión.
En este estudio obtuvimos abundancias químicas y velocidades para una muestra de unas 5000 estrellas distribuidas en 26 campos a lo largo del bulbo galáctico.
Los resultados demuestran que las estrellas que contienen poco fierro en su superficie (que son las que se formaron antes) tienen una distribución espacial esferoidal, y presentan una alta concentración hacia el centro galáctico. Las estrellas cuya superficie es rica en fierro (éstas pertenecen a una segunda generación) tienen una distribución “rectangular”, típica de las barras presentes al centro de varias galaxias espirales, cuando son vistas de costado. La gran diferencia en la distribución espacial de las dos componentes apunta a dos procesos de formación distintos.
Además, las estrellas de cada componente también se diferencian en su distribución de velocidades, lo cual confirma la conclusión anterior.
Es la primera vez que un estudio de este tipo se extiende tan cerca del centro galáctico con una muestra tan grande de estrellas en tantos campos diferentes. Nunca antes se habían podido construir mapas como los que se muestran en la figura, con la distribución espacial de las estrellas de ambas componentes vistas con tanto detalle.
Crédito imagen: Serge Brunier